En el siglo XVII, durante los primeros años de la revolución
científica, el filósofo francés René Descartes arguyó que la mente y el cuerpo
eran dos sustancias totalmente distintas. A causa de este enfoque mecanicista
del universo, la gente empezó a contemplar el corazón como una máquina extraordinaria.
El funcionamiento del corazón en tanto que bomba extractora empezó a eclipsar
su naturaleza de vínculo con una inteligencia innata. A través de la
investigación científica, el corazón dejó de ser reconocido como la conexión
del ser humano con sus sentimientos, sus emociones y su ser superior. Sólo
gracias a una nueva vertiente de la ciencia, desarrollada a lo largo de las últimas
décadas, hemos empezado a reconsiderar, entender y reconocer el verdadero papel
del corazón como generador de campos electromagnéticos y vínculo con el campo
unificado.
El corazón, al margen de su papel evidente para mantener la vida,
no es una mera bomba muscular que envía sangre al cuerpo, sino un órgano capaz
de influir en nuestros sentimientos y emociones. Se trata de un órgano
sensorial que nos orienta en la toma de decisiones al mismo tiempo que
contribuye a nuestra comprensión de nosotros mismos y de nuestro lugar en el
mundo. Como símbolo, trasciende el tiempo, el espacio y la cultura. Pocos
cuestionan la premisa de que, si conectamos con el conocimiento interno del
corazón, podemos acceder a su sabiduría como fuente de amor y guía superior.
Para cambiar su futuro, una persona debe combinar una
intención definida (cerebro coherente) con una emoción superior (corazón
coherente). Las investigaciones demuestran que, si le sumamos a una intención o
pensamiento (que, como ya has leído, se comportan como una carga eléctrica) un
sentimiento o emoción (que, como ya sabes, actúa como una carga magnética),
podemos transformar nuestra energía biológica. Y cuando transformamos nuestra
energía, transformamos nuestra vida. La unión de esos dos elementos ejerce
efectos constatables en la materia, por cuanto separa nuestra biología del
pasado conocido para llevarla al nuevo futuro.
Coherencia
cardiaca:
La coherencia se refiere a la función fisiológica del corazón
que le permite latir de manera consistente, rítmica y ordenada, como el latido
regular de un tambor. Por el contrario, cuando el corazón no funciona de manera
ordenada aparece la incoherencia. Un corazón coherente nos permite acceder a la
inteligencia del corazón:
El
flujo de consciencia y conocimiento que experimentamos cuando la mente y las
emociones entran en un estado de equilibrio y coherencia a través de un proceso
autoprovocado. Esta forma de inteligencia se experimenta como un saber directo
e intuitivo que se manifiesta en pensamientos y emociones para nuestro propio
beneficio o el de los demás.( Instituto HeartMath).
Los beneficios de la coherencia cardiaca son numerosos,
incluidos un descenso de la presión sanguínea, una mejora del sistema nervioso
y del equilibrio hormonal y un desarrollo de las funciones cerebrales. Cuando
sostienes estados emocionales superiores con independencia de las condiciones
externas, puedes acceder al tipo de intuición privilegiada que genera una mejor
comprensión de uno mismo y de los demás. Un corazón coherente ayuda a prevenir
patrones de estrés, incrementa la claridad mental y favorece una mejor toma de decisiones.
La coherencia cardiaca empieza por el latido del corazón
regular y coherente que se manifiesta cuando cultivamos, practicamos y sostenemos emociones superiores. Dichas
emociones incluyen gratitud, reconocimiento, agradecimiento, inspiración,
libertad, bondad, altruismo, compasión, amor y dicha. Los beneficios de un
latido coherente se notan en todos los sistemas del cuerpo. Consciente o
inconscientemente, muchos de nosotros practicamos la infelicidad, la rabia o el
miedo a diario. Así pues, ¿por qué no practicar la creación y el mantenimiento
de estados alegres, amorosos y altruistas en vez de esos otros? ¿No acabaríamos
por crear un nuevo orden interno que redundase en mayor salud y bienestar
general?
(Joe Dispena-Supernatutal)